4
¿Te he contado alguna vez la mayor aventura de mi vida? Yo creo que no, de esta aventura salieron momentos únicos, como el de la playa, o las próximas que tengo en mi nido de pájaros, momentos que pasarán de mi libro llamado vida a tu cuaderno llamado experiencia, para que los coloquemos cada uno en su biblioteca llamada coloquialmente cabeza.
Con manta en el regazo y café en las manos, voy a narrarte, al ritmo de los chasquidos del hogar, el primer acto de la mayor locura hecha por mí.
En mitad de una noche tranquila sin ruido, se ve una casa aparentemente dormida, se enciende una luz y después unas cuantas, la luz se veía en las ventanas, después un tragueteo de maletas y pisadas, seguido por el arranque de un coche y finalmente el momento termina con un coche alejándose de la casa de donde partió a una autopista que lo conducirá lejos de la rutina y la monotonía.
Por la ventanilla podía ver el amanecer de un nuevo día, me acosté en mi cama pero desperté en otra tierra, en otro mundo, lejos, al principio solo veía lo que las farolas pasajeras me podían dar de luz pero con las primeras oleadas de rayos de sol, distinguía que estaba en un sitio verde, lluvioso, no había edificaciones altas, no había carreteras cruzando el horizonte, abrí la ventanilla y respiraba algo que no tenía en casa pero no me desagradaba.
Llegamos a un albergue, un albergue desierto, en una noche gélida, donde no pude ver, salió una señora, amable simpática pero tenía algo extraño hablaba como mi dentistas, pero no recuerdo de donde es mi dentista, dormimos en el hotel después de entrar en calor en una chimenea rodeada de utensilios extraños de las paredes de aquel caserón de piedra.
Antes de la madrugada sonó un despertador que rápido se apagó, sabía que dormíamos cuatro personas en una habitación, pero intuí que un ruido de muelles, es que en una cama hay dos personas, todo ello con la luz apagada, pero después escucho una tercera, pensaba que ya era la hora de desayunar así que me levanto, despacio pausadamente, miro a mi alrededor y no hay ventanas y escucho un ruido estridente, espantoso que me hizo saltar de la cama en la que estaba sentado, se rompió todo el silencio, todos se reían sin yo ver nada, enciendo la luz, mi madre mi hermana y un amigo, los tres encajados dentro de la cama porque se desprendieron las maderas, unas carcajadas al ver esa imagen de tres personas en un colchón viejo en una estructura de cama con las maderas por los aires me dio un ataque de risa increíble pero paré de repente ya que escuche un abrir de puerta, la dueña venia, rápido y con sangre fría saco a los tres de lo que quedaba de cama y me pongo a armar la cama mientras escucho unos pies inquietos bajaron unas escaleras, una vez colocados casi todas las maderas el pomo se gira, mi cara era de frenetismo, en el último segundo encaja la última madera mi madre pone el colchón y acto seguido todos la miramos y ella nos miró, inspeccionó un poco con una vista de halcón los rincones de la sala y cerro lentamente la habitación, en ese momento respiramos todos al unísono y comiendo ligero para que podamos salir de la escena del crimen nos pusimos en marcha, en un camino oscuro, con niebla espesa donde se distinguían unas personas, con un mapa, nos señalaron un camino de tierra con una espesa niebla gris en una noche profunda… Un abrazo
¿Te he contado alguna vez la mayor aventura de mi vida? Yo creo que no, de esta aventura salieron momentos únicos, como el de la playa, o las próximas que tengo en mi nido de pájaros, momentos que pasarán de mi libro llamado vida a tu cuaderno llamado experiencia, para que los coloquemos cada uno en su biblioteca llamada coloquialmente cabeza.
Con manta en el regazo y café en las manos, voy a narrarte, al ritmo de los chasquidos del hogar, el primer acto de la mayor locura hecha por mí.
En mitad de una noche tranquila sin ruido, se ve una casa aparentemente dormida, se enciende una luz y después unas cuantas, la luz se veía en las ventanas, después un tragueteo de maletas y pisadas, seguido por el arranque de un coche y finalmente el momento termina con un coche alejándose de la casa de donde partió a una autopista que lo conducirá lejos de la rutina y la monotonía.
Por la ventanilla podía ver el amanecer de un nuevo día, me acosté en mi cama pero desperté en otra tierra, en otro mundo, lejos, al principio solo veía lo que las farolas pasajeras me podían dar de luz pero con las primeras oleadas de rayos de sol, distinguía que estaba en un sitio verde, lluvioso, no había edificaciones altas, no había carreteras cruzando el horizonte, abrí la ventanilla y respiraba algo que no tenía en casa pero no me desagradaba.
Llegamos a un albergue, un albergue desierto, en una noche gélida, donde no pude ver, salió una señora, amable simpática pero tenía algo extraño hablaba como mi dentistas, pero no recuerdo de donde es mi dentista, dormimos en el hotel después de entrar en calor en una chimenea rodeada de utensilios extraños de las paredes de aquel caserón de piedra.
Antes de la madrugada sonó un despertador que rápido se apagó, sabía que dormíamos cuatro personas en una habitación, pero intuí que un ruido de muelles, es que en una cama hay dos personas, todo ello con la luz apagada, pero después escucho una tercera, pensaba que ya era la hora de desayunar así que me levanto, despacio pausadamente, miro a mi alrededor y no hay ventanas y escucho un ruido estridente, espantoso que me hizo saltar de la cama en la que estaba sentado, se rompió todo el silencio, todos se reían sin yo ver nada, enciendo la luz, mi madre mi hermana y un amigo, los tres encajados dentro de la cama porque se desprendieron las maderas, unas carcajadas al ver esa imagen de tres personas en un colchón viejo en una estructura de cama con las maderas por los aires me dio un ataque de risa increíble pero paré de repente ya que escuche un abrir de puerta, la dueña venia, rápido y con sangre fría saco a los tres de lo que quedaba de cama y me pongo a armar la cama mientras escucho unos pies inquietos bajaron unas escaleras, una vez colocados casi todas las maderas el pomo se gira, mi cara era de frenetismo, en el último segundo encaja la última madera mi madre pone el colchón y acto seguido todos la miramos y ella nos miró, inspeccionó un poco con una vista de halcón los rincones de la sala y cerro lentamente la habitación, en ese momento respiramos todos al unísono y comiendo ligero para que podamos salir de la escena del crimen nos pusimos en marcha, en un camino oscuro, con niebla espesa donde se distinguían unas personas, con un mapa, nos señalaron un camino de tierra con una espesa niebla gris en una noche profunda… Un abrazo
5
Terminamos el examen de lengua, salimos del instituto, nos montamos en el coche, el automóvil, se desplaza despacio, miro por la ventana, te miro, me miras, me acuerdo de una vez que yo salí de un sitio y tenía en un coche la misma sensación que ahora, me miras esperando una repuesta.
Era de noche yo salía de requinto, de la casa de la cultura de donde vivo, me monte en el coche de mi madre, era una noche oscura, fría, sin ruido, mi madre y yo nos dirigimos a casa, eran las diez o un poco más pronto, no lo tenía muy claro, ya que estaba agotado, cansado, y no quería más que ir a mi casa y dormir después de un fatigoso día, ya que en invierno mi casa es fría, y oscura, me acuerdo de que tenía deberes y se lo digo a mi madre, lo que ella mirando mi gesto de cansancio profundo, ella contestó, te ayudo rápido y a la cama, cuando llegamos a mi casa fría como un tempano, nos metemos rápido en una mesa con un calefactor en el interior donde cubiertos por una manta que salía dela misma mesa podíamos aguantar esa sensación horrible de frio, la noche era fría, solo alumbraba una lamparita para ver el lápiz deslizándose por un cuaderno, frio, sin vida, solo se escuchaba por toda la casa el sonido del lápiz, mi madre me miraba, yo leía las respuestas, ella asintió y progresábamos al siguiente ejercicio, todo ello en silencio, luego ella se levantó y se perdió en la oscuridad próxima a mí, la lamparita me protegía, era en ese momento en el que medí cuenta que el silencio de la casa acechaba, la oscuridad impaciente esperaba a que se apagase la tenue luz para devorarme, de repente escucho un ruido metálico, frio, seco, sin explicar ya que no podía ser de mi madre ya que ella desapareció en el pasillo, el ruido vino de la cocina, ese ruido me hizo quedarme inmóvil soltando el papel, pensaba que era alguien dentro, pero solo sabía que estaba dentro de mi casa, mi madre y yo, poco a poco el calefactor se enfría lo que acto seguido el frio avanza por mis dedos a mi brazo, a mi pecho, y expulso poco a poco con la respiración vaho, mi cuerpo se queda frio, mi respiración tenía que ser imperceptible por si me escuchan, pero me acuerdo de la luz, y la apago, la oscuridad me devora, me hayo solo, frio, en postura estática, sin moverme, no escucho nada, al cabo de unas espiraciones, me levanto, me dirijo a mi cocina, enciendo la luz, y solo había una cosa , la cosa que no tiene a día de hoy una explicación veo un trozo de papel alba tirado en la encimera y en ella una palma de mano como si le dieran un golpe, un manotazo, toco el papel y estaba ardiendo , caliente, pero rápido de enfrió, lo cojo y debajo una huella de la misma mano acto seguido mi madre salió del pasillo encontrándome gélido mirando una mano en una encimera de la casa en la que solo había dos personas pero ninguna piso la cocina.
Un abrazo.
Terminamos el examen de lengua, salimos del instituto, nos montamos en el coche, el automóvil, se desplaza despacio, miro por la ventana, te miro, me miras, me acuerdo de una vez que yo salí de un sitio y tenía en un coche la misma sensación que ahora, me miras esperando una repuesta.
Era de noche yo salía de requinto, de la casa de la cultura de donde vivo, me monte en el coche de mi madre, era una noche oscura, fría, sin ruido, mi madre y yo nos dirigimos a casa, eran las diez o un poco más pronto, no lo tenía muy claro, ya que estaba agotado, cansado, y no quería más que ir a mi casa y dormir después de un fatigoso día, ya que en invierno mi casa es fría, y oscura, me acuerdo de que tenía deberes y se lo digo a mi madre, lo que ella mirando mi gesto de cansancio profundo, ella contestó, te ayudo rápido y a la cama, cuando llegamos a mi casa fría como un tempano, nos metemos rápido en una mesa con un calefactor en el interior donde cubiertos por una manta que salía dela misma mesa podíamos aguantar esa sensación horrible de frio, la noche era fría, solo alumbraba una lamparita para ver el lápiz deslizándose por un cuaderno, frio, sin vida, solo se escuchaba por toda la casa el sonido del lápiz, mi madre me miraba, yo leía las respuestas, ella asintió y progresábamos al siguiente ejercicio, todo ello en silencio, luego ella se levantó y se perdió en la oscuridad próxima a mí, la lamparita me protegía, era en ese momento en el que medí cuenta que el silencio de la casa acechaba, la oscuridad impaciente esperaba a que se apagase la tenue luz para devorarme, de repente escucho un ruido metálico, frio, seco, sin explicar ya que no podía ser de mi madre ya que ella desapareció en el pasillo, el ruido vino de la cocina, ese ruido me hizo quedarme inmóvil soltando el papel, pensaba que era alguien dentro, pero solo sabía que estaba dentro de mi casa, mi madre y yo, poco a poco el calefactor se enfría lo que acto seguido el frio avanza por mis dedos a mi brazo, a mi pecho, y expulso poco a poco con la respiración vaho, mi cuerpo se queda frio, mi respiración tenía que ser imperceptible por si me escuchan, pero me acuerdo de la luz, y la apago, la oscuridad me devora, me hayo solo, frio, en postura estática, sin moverme, no escucho nada, al cabo de unas espiraciones, me levanto, me dirijo a mi cocina, enciendo la luz, y solo había una cosa , la cosa que no tiene a día de hoy una explicación veo un trozo de papel alba tirado en la encimera y en ella una palma de mano como si le dieran un golpe, un manotazo, toco el papel y estaba ardiendo , caliente, pero rápido de enfrió, lo cojo y debajo una huella de la misma mano acto seguido mi madre salió del pasillo encontrándome gélido mirando una mano en una encimera de la casa en la que solo había dos personas pero ninguna piso la cocina.
Un abrazo.